Es lunes, 27 de Mayo.
Hace un año y dieciocho meses todo acabó. Son las 07:53 p.m. Mierda! Mi reloj
se ha retrasado, con suerte llego a tiempo y no me apuntan en la lista de “los
que llegan tarde”. Me incorporo y lo primero que veo es una foto nuestra. Que
rápido pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando me dejó por tener unos kilos
de más.
Me levanto y ando hacia
el armario. ¿Qué me pongo? Fácil, lo de siempre: chándal + sudadera. Total, no
tengo que estar guapa para ningún novio absurdo.
Dejo la ropa en el baño.
Mi hermano ya está acabando de vestirse para desgracia mía. Hoy no tengo más
remedio que desayunar, primera vez desde hace bastante tiempo. El pequeño sale
del baño y me da un beso en la mejilla:”Buenos días hermanita”. Se va hacia la
cocina. Me siento en la tapa del váter, todavía no me he atrevido a mirarme al
espejo; los lunes por la mañana doy especialmente miedo. Me lavo la cara, me
peino y me visto, todo esto sin abrir los ojos, era eso o de espaldas al
espejo… cosas de psicólogos.
No lo aguanto más. Abro
los ojos de golpe. Ahí está, la foca recién levantada, con el uniforme del
centro penitenciario y con unas ojeras que van a ser difíciles de disimular, ni
con un kilo del maquillaje que me compró mamá en Sephora el sábado.
Por el pasillo me cruzo
con mi padre:”Da gusto despertarse en casa(había estado dos meses viviendo en
China, por trabajo), buenos días princesa”. Ya me acerco al lugar tabú en mi
casa: la cocina.
“¿Me das una servilleta
por fi?” ¡Bien! Mi hermano está a punto de acabar, parece que voy a ir a clase
con el estómago vacío. Me siento con una taza de agua entre las manos y el
mismo envoltorio de siempre de galletas Oreo
que guardo en el primer cajón, por si acaso preguntan…
Al rato entra mi madre.
Tiene cara de haber dormido poco, ya somos dos. “Mamá, mi hermana no ha comido
nada” “¡Mentira! Mira, me he comido unas galletas” “Mentirosa, se acabaron
ayer” “Que te calles, ¡joder!” “Da igual cariño, déjala, es un caso perdido”.
Los dos salen de la cocina. No puedo evitarlo y las lágrimas caen por mis
mejillas en un abismo con final en una taza azul de propaganda. “Hija, vamos
a llegar tarde otra vez. Siempre tenemos que esperarte”, mi padre, siempre el
caga-prisas.
De camino al colegio
escucho a Cher Lloyd, tiene un cuerpo perfecto. La canción acaba y suena ‘Be
alright’ en versión acústica, la canción más perfecta jamás escrita.
Ya llegamos, estoy a
punto de pasar la línea que separa el mundo real del mundo de los falsos,
egocéntricos, creídos, egoístas, maleducados, de los ignorantes… Mi padre me
grita desde el coche: “Que no se vuelva a repetir lo de esta mañana, ¡come!”.
Hoy hace bastante calor,
o eso ha dicho el hombre del tiempo, pero yo no lo noto, desde hace un tiempo
no sé lo que es sentir calor corporal. Hoy va a ser un día muy complicado.